miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tan cerca y tan lejos.


Leyendo las cartas que los lectores mandan a una publicación de las que regalan con un periódico me encontré con unas líneas que me hicieron reflexionar. Siempre es bueno encontrarte con cosas en la vida que te permitan mirar a tu alrededor con los ojos de los otros. Creo que no debemos limitarnos a nuestro yo y a lo que nos lo rodea y convertirlo en el único prisma a través del cual vemos el resto del mundo. Me vais a permitir que escriba la carta tal y como apareció publicada. Me parecería quitar el sentido a estas líneas el hacerlo de otra forma.

“Fue con apenas cinco minutos de diferencia, el pasado domingo a primera hora de la tarde. En un parque, un adolescente hablaba con su madre. Poco más allá, junto a la estación de metro, una chica charlaba con su padre. Él, por su teléfono móvil; ella, desde una cabina abierta. Él, impertinente; ella, modosa.

Nada tenían que ver el uno con la otra. Él, en grupo rodeado de tres amigos. Ella, sola, buscando la intimidad que una calle de paso nunca ofrece. Él exigía a su “ama”, le reclamaba más dinero de paga; ella, preguntando a su “papito”, se interesaba por su familia y por la casa. Él era delgado, de tez blanca y parecía nacido en la abundancia. Ella, morena y guapa, con voz mansa, venida de ultramar como la brisa salada.

El chillaba, porque quería más dinero, y discutía en voz alta. Ella se excusaba, muy educada, porque este mes “no había podido enviar más plata”. Dos realidades conviviendo, tan lejanas y tan cercanas a la vez”.

Me parece una de las cartas más preciosas que he leído y no sólo por su estilo sino por el contenido. Creo que sobran más palabras. Espero que os sirva para dedicar unos momentos a pensar en determinadas situaciones que suceden muy cerca de nuestras casas.

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