
Los antiguos griegos ya recalaron en la India. Estos explicaron a sus contemporáneos historias extraordinarias sobre lo que había traspasado el río Indo: hombres de dos cabezas, serpientes enormes, unicornios, insectos gigantescos. Narraron un mundo de prodigios y mitos que se ha ido cayendo a fuerza de siglos y avalanchas de turistas. Pero la magia de la India puede con todo. Los occidentales que visitan este país se quedan mudos de admiración al contemplar el mapa de colores que las ciudades de este país nos ofrece y la cantidad de personajes inimaginables que deambulan por sus bulliciosas calles: encantadores de serpientes, hermosas mujeres enjoyadas de los pies a la cabeza, domadores de elefantes, sacerdotes del sol, monjes jainistas completamente desnudos (vestidos de cielo, dicen ellos), monos, camellos, mendigos mutilados y conductores de rickshaw.
Por eso, cuando noticias como la de estos últimos días nos hablan de tragedias como la de Bombay...te entristeces sobremanera. Bombay significa ombligo, el punto donde madre y bebe están unidos. El punto de conexión entre lo que ya existe y lo que empieza a existir. Que la locura de unos fanáticos sea la fachada de un país tan grande durante tanto tiempo es una injusticia. Una más de las que asola este país. Porque aunque es un país emergente, lo es para unos pocos. La miseria también campa a sus anchas entre las maravillas que al principio hemos recordado.
Una situación de contrastes que no es natural. Como ocurre en otras regiones (de las que algo hemos hablado en este vuestro blog) el origen de muchas de las tragedias que vive este país viene de la mano de la política. Fue un país colonizado por los británicos. Fue un país que logró su independencia. Pero fue una tierra que se dividió en dos; India y Pakistán. Enemigos eternos un una lucha sin cuartel por un pedazo de mundo que quedó en medio; Cachemira.
En días como los vividos habría que volver a tender un cordón umbilical entre este país, sus gentes y el resto del mundo. Porque India existe y no sólo en lo que los paquetes turísticos nos muestra. Hay otra realidad escondida. Una verdad que siempre hay que tener presente. Porque olvidarnos de lo malo de un país, no hablar de ello, podría ser como si eso no existiera. Como si sus gentes no existieran. Como si la India no existiera. Un precio demasiado alto por sólo no hablar.
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