Hace poco he visto la película Camino. Me senté a verla un tanto temeroso ante tanto premio Goya recibido. Y es que a veces se puede comprobar que el estar muy premiado no significa que algo es realmente bueno. Tengo que reconocer que me quedé gratamente sorprendido.
Me encantó la historia en sí, la narración de la misma, los personajes (sobre todo el de Camino y el del padre de la misma). Me gustaron muchos detalles. Ese objeto que un personaje le da a otro y no se aprecia lo que es y al cabo de un rato, con una sutileza bárbara te lo dice. Esa noticia que crees que ya saben y realmente no es así.
Reconozco que es un película dura, muy dura. En ocasiones te llena de rabia e impotencia. Pero hay que reconocer que esas dosis de ternura que tiene la hacen especial. Una forma de presentarnos una realidad difícil y de actualidad como son los fundamentalismos y su influencia en determinadas personas.
En definitiva, tengo que decir que ha pasado a formar parte de una de mis películas favoritas. Y un día como hoy, vísperas de marchar de vacaciones, vísperas de los premios Oscars, quiero romper una lanza por esos directores no tan aclamados que nos regalan obras como Camino.